La UJAT es la fe invisible de personas que creen que aprender todavía vale la pena: GNO

En el marco de la inauguración por la celebración del 67 aniversario de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT), que presidió el gobernador, Javier May Rodríguez, el rector de esta casa de estudios, Guillermo Narváez Osorio, brindó un mensaje que nos dio un recorrido por la historia del legado universitario, recordando que la misión principal de la UJAT siempre ha sido y será: cuidar las semillas humanas que se forman en sus claustros.
Compartimos el discurso del rector Guillermo Narváez Osorio, a continuación:
Hay momentos en la vida de un pueblo que no se miden en años, sino en espíritu. 1879 fue uno de esos momentos.
Tabasco, envuelto en incertidumbre, pero sostenido por la esperanza, vio nacer un sueño. Bajo el gobierno del doctor Simón Sarlat Nova, y con el impulso intelectual del maestro Manuel Sánchez Mármol, se abrió un pequeño libro cuyo contenido transformaría generaciones enteras: el Instituto Juárez.
Ese Instituto fue más que aulas y pizarras.
Fue una declaración de fe en el porvenir.
Fue un acto de rebeldía amorosa contra la resignación.
Fue un grupo de visionarios diciendo: “Este pueblo merece luz.”
Hace 67 años que un grupo de mujeres y hombres comprendieron que Tabasco necesitaba más que aulas; que lo que Tabasco necesitaba era un proyecto de alma, conocimiento y destino compartido. Así nació nuestra Universidad, como un sueño colectivo que brotó de la tierra húmeda del trópico, de la vocación de educar y transformar que siempre ha latido en el corazón del pueblo tabasqueño.
Fue entonces cuando espíritus generosos y tenaces, como maestros, intelectuales y líderes sociales, impulsaron la transformación del querido instituto Juárez, en lo que hoy es nuestra Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.
No lo hicieron por vanidad, sino por convicción: porque creían que el conocimiento debía ser la raíz del progreso de esta tierra, y que una universidad debía ser faro y conciencia de su tiempo.

La idea de que el Instituto Juárez fuera una universidad, se inició durante el gobierno del Lic. Francisco J. Santamaría, quien gobernó nuestro terruño de 1947 a 1952. Esa idea siempre fue apoyada por toda una generación y el proyecto se consolidó en 1958 cuando el 17 de noviembre la Honorable Legislatura del Estado aprobó la primer Ley Orgánica, con la que se ordenó, que el 20 de noviembre el Instituto Juárez se transformara en Universidad Juárez de Tabasco.
El acto de la fundación de nuestra universidad fue presidido por el gobernador, el general Miguel Orrico de los Llanos; el ingeniero Luis Enrique Bracamontes, representante del Presidente de la República; el doctor Gonzalo Aguirre Beltrán rector de la Universidad de Veracruz, el Lic. Eduardo Alday Hernández, que leyó la nueva Ley Orgánica, el Lic. Jorge de la Cerda Ritz, que pronunció el discurso oficial de la fundación de la universidad y el Lic. Antonio Ocampo Ramírez, último director del Instituto Juárez y primer Rector de la Universidad Juárez de Tabasco.
Entre 1958 y 1966 nuestra universidad, dependió en su administración y decisiones fundamentales del gobierno local; con el establecimiento de la Autonomía Universitaria, nuestra institución adquirió una nueva identidad administrativa y fincó su quehacer y desarrollo interno en función de las demandas educativas de la sociedad tabasqueña, en un compromiso permanente para servirle a Tabasco; así a partir de 1966 asumimos los ideales y principios de la autonomía universitaria y, desde entonces, hasta nuestros días, nos reconocemos y nos reivindicamos como la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.
En esta reivindicación de nuestro acto fundacional y del reconocimiento a los maestros y maestras que consolidaron el proyecto educativo de nuestra universidad, como parte del esfuerzo de toda una generación y los diversos sectores sociales de Tabasco; es imposible no recordar a los que asumieron el liderazgo de ser los primeros rectores durante los primeros años de vida de nuestra institución: a Antonio Ocampo Ramírez, al Lic. José María Gurría Urgell, al Lic. Mario Brown Peralta, al Lic. Fernando Álvarez Villa, al Lic. Juan Maldonado Pereda, al Dr. Miguel A. Gómez Ventura, al Lic. Eduardo Alday Hernández y al Dr. Ovidio González López.
Y uno se conmueve, inevitablemente, porque entiende que lo que recibimos no nos pertenece: que nos fue entregado por mujeres y hombres que jamás nos conocerán, pero que tuvieron la generosidad de pensar en nosotros.
Como escribió Albert Camus:
“La verdadera generosidad con el futuro consiste en entregarlo todo al presente.”
Eso hicieron ellos. Eso debemos hacer nosotros.
Sesenta y siete años pueden parecer apenas un suspiro en la historia de una nación, pero para Tabasco representan un universo completo de luchas, avances, resistencias y triunfos.
La UJAT ha sido el lugar donde miles de jóvenes encontraron un nombre, una voz, un camino, un propósito.
Aquí muchos les arrancamos a la pobreza su última palabra.
Aquí se curaron dolores antiguos y nacieron anhelos nuevos.
Aquí aprendimos a pensar, pero también a sentir, a indignarse, a levantarse.
Al mirar hacia atrás, recordamos con gratitud a quienes forjaron los cimientos de esta casa de estudios. Y al mirar hacia adelante, reafirmamos nuestra fe en la juventud que le da sentido y rumbo a todo lo que somos. Porque si algo define a la UJAT es su capacidad de renacer y adaptarse sin perder su esencia.
Hoy agradecemos la presencia del gobernador Javier May Rodríguez, cuya visión de desarrollo integral coincide con nuestra misión universitaria de bienestar social. Su respaldo reafirma que la educación sigue siendo —y debe ser siempre— la obra más alta de la política.
La cultura, la trova, la poesía… la palabra.
“Somos lo que recordamos”, escribió Benedetti.
Y Tabasco recuerda cantando, recuerda contando, recuerda soñando.
La palabra nacida de esta tierra no es ligera: es raíz, es río, es herida y es esperanza.
Por eso este encuentro es también un homenaje a la tradición literaria y musical de Tabasco, tierra de poetas que conocen el dolor del silencio y la fuerza de una voz que se atreve a nacer.
La Universidad se mira hoy a sí misma con gratitud, pero también con humildad.
Sabemos que la educación no salva por decreto ni transforma por voluntad: transforma cuando toca el corazón, cuando enciende un espíritu, cuando devuelve al joven la certeza de que sí puede.
Lo dijo Paulo Freire, maestro de maestros:
“La educación no cambia el mundo; cambia a las personas que van a cambiar el mundo.”
Esa ha sido, es y será la misión de la UJAT: cuidar las semillas humanas.
Y en un plano más profundo, más íntimo, más espiritual, recordemos una bella cita del Hombre de Galilea que quiero dejar hoy, porque resume mejor que ninguna lo que esta Universidad ha querido ser durante décadas:
“Vosotros sois la luz del mundo. No se enciende una lámpara para esconderla, sino para que alumbre a todos los que están en casa.”
Que la UJAT nunca oculte su luz.
Que nunca escondamos la llama que otros encendieron para nosotros.
Que seamos lámpara que guía, no sombra que apaga.
Porque, al final, una Universidad no son sus muros, ni sus títulos, ni sus ceremonias.
Una Universidad es la suma de todas sus esperanzas.
Es la muchacha que cruza el campus con un libro apretado contra el pecho porque allí lleva su sueño.
Es el joven que estudia de madrugada porque sabe que nadie le regalará su futuro.
Es el maestro que envejece frente a un pizarrón, pero cuyo espíritu rejuvenece con cada generación que pasa.
Es la investigadora que no duerme porque la ciencia también es una forma de amar.
Es el trabajador que abre las puertas al amanecer, recordándonos que la dignidad también se escribe con manos humildes.
La Universidad es eso:
la fe invisible de miles de personas que creen que aprender todavía vale la pena.
Y hoy, aquí, frente a la historia, debemos decirlo sin temblar:
No tenemos derecho a fallarles.
Porque cuando una Universidad se apaga, no se apagan aulas…
se apagan destinos.
Se apagan voces que no nacerán.
Se apagan sueños que no alcanzan a pronunciarse.
Por eso, este día — más que celebración, es memoria—
Memoria que nos compromete de nuevo, con la fuerza de quienes lloran por lo que aman, a sostener esta casa, incluso cuando duela, incluso cuando canse,porque esta casa nos sostiene a todos; por eso nos duele cuando sin pudor alguno se le difama.
Como escribió Rilke:
“Lo hermoso no es sino el comienzo de lo terrible que aún podemos soportar.”
Y lo hermoso de la UJAT —su gente, su historia, su luz—
siempre ha nacido de esa mezcla de lucha y ternura,
de esa obstinación de seguir adelante aunque el camino arda.
Sigamos siendo —como desde 1958— la raíz firme que sostiene el futuro.
Decía Benito Juárez que “la educación es la primera base de la prosperidad de un pueblo”. Nosotros, desde esta institución educativa que lleva su nombre, sabemos que esa frase no es simple consigna: NO, es destino.
Porque educar es liberar, y en la libertad del pensamiento florece la verdadera justicia.
“La educación del corazón es más importante que la educación de la mente”.
Y en la UJAT: formamos seres humanos íntegros, con mente crítica y corazón sensible, con valores que trascienden el aula.
Nos inspira el gran Miguel de Unamuno, cuando nos recuerda que “solo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe”.
Esa es nuestra tarea: multiplicar la libertad a través del saber.
Octavio Paz decía que “toda cultura es un diálogo entre lo que somos y lo que soñamos ser”.
Hoy, 67 años después, la UJAT sigue siendo ese diálogo vivo entre nuestras raíces y nuestros sueños; entre lo que aprendimos y lo que aún nos queda por construir.
Y si alguna vez dudamos del poder del conocimiento, recordemos a Albert Einstein, decía que “la mente que se abre a una nueva idea jamás vuelve a su tamaño original”.
Así somos los juchimanes: una comunidad que aprende, que se expande, que crece sin límites.
La educación sin compasión es fría, y el conocimiento sin ética pierde su sentido.
Queremos ser luz en el camino, palabra que consuela y sabiduría que transforma.
Por eso, en este aniversario, no hablamos solo del pasado.
Hablamos del futuro que estamos edificando con esfuerzo, con sabiduría y con esperanza.
Que no se extinga nunca la llama.
Que no callemos la voz que heredamos.
Que no olvidemos el sueño y la llama que otros encendieron para nosotros.
Y si alguna vez nuestras fuerzas flaquean, si alguna vez sentimos que la realidad pesa demasiado,
que nos lo recuerde la voz más antigua del espíritu humano: “Vosotros sois la luz del mundo…”
Entonces, aun con lágrimas, aun con cansancio, aun con miedo, volveremos a encender la lámpara.
Porque esa es nuestra misión.
Porque esa es nuestra deuda.
Porque esa es nuestra manera de amar a Tabasco.
Porque llevamos 67 años sembrando raíces en la tierra, y cultivando en el alma; refrendamos el compromiso de nuestros fundadores, tener una institución educativa fuerte y vigorosa, para el crecimiento de Tabasco.
“ESTUDIO EN LA DUDA, ACCIÓN EN LA FE”.
Muchas gracias.