Vicente Gómez Montero. Una voz y una obra para siempre

Desde su llegada a Tabasco siendo niño —aunque nacido en Veracruz en 1964— Vicente Gómez Montero se forjó una vasta trayectoria que lo convirtió en una de las voces más vigorosas de la literatura mexicana escrita desde Tabasco. Su obra, polifacética, abarcó la narrativa, el teatro, la novela, el cuento, el ensayo, la locución y la difusión cultural. La noticia de su partida representa una pérdida inmensa para la tradición intelectual del sureste mexicano.

Vicente Gómez Montero publicó desde finales de los años noventa obras fundamentales: Las puertas del infierno (1996), colección de relatos; Cuentos con las vocales (1999), literatura infantil; y participó en colaboraciones como Eroticón Plus (2000) y Para un ambiente sin hombre (2001). 

Su inclinación por el teatro lo llevó —ya con madurez artística— a publicar Los órganos milagrosos y otras obras de teatro en 2004, bajo el sello del Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT). En ese género se consolidó como dramaturgo de sensibilidad y rigor, mérito que le valió en ese mismo año el Premio Celestino Gorostiza de teatro, convocado por instituciones nacionales y locales.

Dos años después, en 2006, publicó la novela La enfermedad de la rosa, también bajo el auspicio de la UJAT, obra que dejó huella por su estilo audaz y complejo; un texto capaz de tocar las fibras más íntimas del lector a través del uso de múltiples lenguajes: prosa, monólogos, fragmentos, voces narrativas que se entrecruzan. 

En 2010 apareció El cargador de juguetes (editorial GUESA), y en 2011 su obra teatral Cuando las hadas se volvieron locas fue publicada por el Instituto Veracruzano de Cultura. Pero su última gran obra con sello universitario fue El cañón, la calle y las mentiras. La historia de Fidencia (2023), novela histórica que reconstruye con virtuosismo literario —a partir de monólogos, fragmentos de diario ficticio y documentos históricos— la vida de una mujer tabasqueña durante un periodo turbulento, devolviéndole voz y dignidad a la memoria colectiva local. 

Pero la obra de Vicente no se agotó en las páginas: fue también un actor del teatro, un director escénico —como responsable de la compañía de teatro Celestino Gorostiza desde 1998—, y un locutor con voz privilegiada que participó durante años en programas radiofónicos, recitales y dramatizados. Recientemente participaba en Radio UJAT en proyectos como La música en el cine y La vida es puro teatro. Dio voz al poema "Tilantongo" en la sala inmersiva de la Casa Universitaria Cacao y Chocolate, y fue brillante participación protagónica en la Radionovela Vidas que alumbran.

Su labor como conferencista y su participación constante en presentaciones de libros y encuentros culturales revelaban su erudición, su compromiso con la cultura tabasqueña y su convicción de que la literatura debía dialogar con su tiempo, sus raíces y su memoria.
Sus ensayos, sus cuentos, su teatro, sus novelas históricas, su voz en radio, su impulso a nuevos escritores y su compromiso público —como director editorial y promotor cultural— constituyen un legado múltiple: él ayudó a definir una tradición literaria regional, dándole a la historia de su tierra dimensiones narrativas, críticas y simbólicas. 

La partida de Vicente Gómez Montero deja un vacío profundo. Se va un testigo insobornable de las sombras y las luces de Tabasco; se apaga una voz firme que narró dolores, anhelos, memorias, utopías y fantasmas con la honestidad del artista y la convicción del intelectual. Su obra permanecerá, y su ausencia se sentirá especialmente en los escenarios, en las aulas, en las tertulias literarias, en las salas de radio, en las bibliotecas de Villahermosa y del país.

Pero también nos deja una invitación: a leerlo, a releerlo, a mantener vivas sus historias; a seguir honrando la cultura tabasqueña con la misma pasión, el mismo rigor, la misma voz que él desplegó. Su memoria existe, no solo en sus libros, sino en cada palabra, en cada pasaje, en cada recuerdo que compartió: un puente ejemplar entre pasado y futuro.
Tabasco y México han perdido a uno de sus grandes creadores; la literatura ha perdido a un hombre íntegro. Que su obra siga siendo faro, consuelo y desafío para quienes vengan detrás. (M.R.Magdonel)