En la UJAT analizan si el intestino se puede considerar como un “segundo cerebro”

La conexión intestino-cerebro, es un campo de estudio que ha adquirido relevancia por su relación con trastornos emocionales, enfermedades neurodegenerativas, metabólicas y el equilibrio general del organismo, por lo que se deben adoptar hábitos alimentarios conscientes y reconocer el valor preventivo de una dieta equilibrada.
Al participar en el programa “La ciencia está en los detalles” de Radio y TV UJAT, la profesora e investigadora de la División Académica Multidisciplinaria de Comalcalco (DAMC), Nancy Patricia Gómez Crisóstomo, abordó el tema "La conexión intestino-cerebro, ¿realmente existe?", a través del cual subrayó que “tanto la salud intestinal como la emocional dependen de la forma en que nos alimentamos y regulamos nuestro estilo de vida”.

La invitada de esta edición y especialista en técnicas histológicas, análisis de proteínas y modelos experimentales, compartió hallazgos actuales y explicó de manera accesible cómo el intestino y el sistema nervioso mantienen una comunicación constante.
Durante la transmisión, la investigadora explicó que el intestino posee cerca de 200 millones de neuronas, lo que le permite comunicarse de forma bidireccional con el cerebro mediante vías nerviosas, hormonales e inmunológicas.
Señaló que esta complejidad ha llevado a considerar al intestino como un “segundo cerebro”, dado que muchas sustancias esenciales para la regulación del estado de ánimo y otras funciones neurológicas, como la serotonina, de la cual el 90 por ciento se produce en el intestino, dependen directamente de la microbiota y de la salud intestinal.

Precisó que, emociones como el estrés y la ansiedad, pueden provocar respuestas físicas inmediatas, demostrando la estrecha relación entre ambos sistemas.
La especialista detalló que la microbiota intestinal, compuesta no solo por bacterias sino también por virus, hongos y otros microorganismos, se adquiere desde el nacimiento y varía según el tipo de parto, la lactancia y la interacción con el entorno.
Explicó que una microbiota equilibrada contribuye a la producción de neurotransmisores y a la regulación inmunológica, mientras que su alteración que se conoce como disbiosis, se asocia con patologías como depresión, ansiedad, enfermedad de Alzheimer, Parkinson y trastornos neurodivergentes.

La investigadora compartió además avances de un proyecto desarrollado en la DAMC sobre los efectos del consumo crónico de sacarosa en modelos murinos, cuyo análisis histológico muestra alteraciones progresivas en el intestino delgado, así como cambios en componentes epiteliales y gliales que podrían relacionarse con procesos de inflamación y disfunción intestinal a largo plazo.
Este estudio, dijo, permite comprender cómo las dietas altas en azúcar modifican estructuras fundamentales para la absorción de nutrientes y la comunicación con el sistema nervioso.
05-12-2025 /ADS